martes, 3 de febrero de 2009

El milagro obrado por Jesús, conocido como Alimentación de los cinco mil, aparece registrado en los cuatro evangelios, no obstante sobre dicho acontecimiento el apóstol, Juan, incluye un rasgo curioso que no refieren: Mateo, Marcos y Lucas. El rasgo del cual quiero referirme es de quién eran los panes y pececillos que Cristo multiplicó.

Los tres evangelistas nos dan a entender que los panes y los pescados que multiplicó el Mesías, eran propiedad de sus discípulos: (Mat. 14: 16-18; Marc. 9: 37-38); Luc.9: 13) Sin embargo, Juan específica que los cinco panes de cebada y los dos pescados, formaban parte –seguramente del almuerzo-- de un niño quien era uno más de la “gran multitud” quien seguía a Cristo deseosa de escuchar sus enseñanzas y recibir milagros. (Juan 6: 2).

Al contemplar Jesús que hay muchas personas que han llegado a Él, pregunta a sus discípulos que de donde comprarán pan para una considerable cantidad de personas. Andrés, probablemente, advierte que un jovencito, porta una “lonchera”, o morral. Le pide al niño que vaya con él ante Jesús, “ Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos pescados…” (v.9) informa Andrés a su Maestro. ¡Luego sucedió el prodigio!. Lo más preciado de un niño “su comida” usó el Mesías para saciar el hambre de la gente.

La presente curiosidad debe llevarnos a una reflexión, no debemos negarnos a compartir de lo que más “apreciamos” si ha de ser de bendición para que otros conozcan las grandezas que Dios hace.


Por Vladimir Orellana Cárcamo